MUTU

Adrian Mutu, una vida de fútbol y escándalos

Durante la década de los 90, la selección de Rumanía se convirtió en uno de los referentes del fútbol europeo. Si bien los rumanos ya habían contado anteriormente con presencia en torneos importantes, no fue hasta el Mundial de Italia en 1990 cuando desataron todo su potencial, que se vio multiplicado en Estados Unidos en 1994. Allí se alcanzaron los cuartos de final, y la selección estuvo a punto de dar la sorpresa ante Suecia. Un equipo repleto de estrellas como Hagi, Popescu, Stelea o Radiociou, que participaban en las mejores ligas del mundo, demostró que en Rumanía había muy buen fútbol. Pero llegaron los 2000 y se notaba que hacía falta un cambio, un relevo para aquella generación de oro del fútbol rumano. La nueva generación encontró en Adrian Mutu a un gran líder, un jugador que, apadrinado por el propio Hagi, parecía estar destinado a ser toda una estrella mundial. Sin embargo, a veces las carreras de los jugadores se tuercen de la manera más cruel e inesperada.

Lesiones, falta de confianza, problemas de adaptación o simplemente una personalidad difícil pueden provocar que los llamados a liderar terminen en el peor de los infiernos. Y así le sucedió a este delantero que salió del Dinamo de Bucarest hacia la Seria A para vivir posteriormente sus mejores años en Inglaterra. Mutu lo fue todo en su momento para su país, una referencia ineludible para el fútbol rumano, que intentaba encontrar de nuevo la senda a la gloria. El delantero llegó a codearse con los mejores atacantes del mundo, pero la presión le pudo, y hoy por hoy se le recuerda más por sus escándalos que por su juego. Es una pena, ya que Adrian mostró un gran nivel técnico y futbolístico, especialmente a mediados de los años 2000, donde media Europa se peleaba por obtener sus servicios. El éxito, sin embargo, también nos puede llevar de manera inevitable al fracaso si no sabemos cómo gestionarlo. Para Mutu, el estrellato era sinónimo de dinero, mujeres y libertad, pero no supo contenerse en los momentos importantes. Su suspensión por dopaje marcó por completo su carrera cuando estaba en uno de sus mejores momentos.  

Un gran talento rumano

El joven Mutu comenzó a despuntar en su país cuando apenas tenía 18 años. En su primer club, el FC Argeș Pitești, se convirtió en uno de los máximos goleadores de su país, y fue fichado enseguida con el Dinamo de Bucarest, donde obtuvo además sus primeros títulos. Mutu ya era toda una estrella en Rumanía cuando participó en la Euro 2000, como parte del relevo de la gran generación.

Pudo compartir alineación con muchos de sus ídolos, y aquel torneo terminó por ponerle en el escaparate. De hecho, en el invierno del año 2000 se formaliza su traspaso al Inter de Milán, un equipo en el que coincidió con jugadores de talla mundial como Ronaldo Nazario. La competencia era máxima, y Mutu solo jugó 10 partidos, haciendo un papel discreto en aquellos primeros meses.  

Su llegada el fútbol de élite

El chico, todavía bastante joven, parecía tener también algunos problemas para adaptarse a su nueva vida en Italia. No era lo mismo jugar en el mejor equipo de Rumania que hacerlo en la Serie A, donde el fútbol era más técnico y a la vez más físico. El Inter confiaba en él pero entendía que debía foguearse, así que lo cedió al Hellas Verona. Su buena temporada le permitió fichar por el Parma, un equipo que en aquellos tiempos aspiraba a Europa. En el verano de 2003, tras hacer 18 goles en 31 partidos, Mutu fichó por el Chelsea del millonario Roman Abramovich. Eran muchos los clubes que estaban peleando por contratarle, pero el rumano decidió quedarse con el proyecto que más le ilusionaba, y donde más se le pagaba.

El inicio fue inmejorable, y sus primeros partidos fueron todo un espectáculo, pero el rumano no pudo mantener el nivel. La llegada de Mourinho en el verano de 2004 lo complicó todo mucho más. El delantero intentaba hacerse un hueco en el equipo londinense, pero todo parecía ponerse en su contra. Cuando salía a jugar, su comportamiento era errático, y parecía estar fundido a los pocos minutos, sin haber entrado demasiado en juego. En el Chelsea comenzaron a sospechar que algo no iba bien con Mutu, así que decidieron realizarle un test antidoping para cerciorarse. El resultado les dejó con la boca abierta: positivo por cocaína. Mutu se había ausentado previamente de algunos entrenamientos, y su comportamiento ya era inaceptable, así que los bleus decidieron finiquitar su contrato y expulsarle.  

Escándalos, actrices porno y dos positivo

Fue el primer gran escándalo en el annus horribilis de Adrian Mutu. Se cuenta que, para evitar su salida del club, el delantero se excusó diciendo que necesitaba la cocaína para mantener su vigor sexual, ya que tenía encuentros con muchas actrices pornográficas. Aquello no convenció demasiado al Chelsea, que le puso de patitas en la calle. Su relación saltó por los aires, y Mutu además tuvo que soportar siete meses de suspensión por aquel positivo. Por si no fuera poco, una actriz rumana le puso en un nuevo aprieto, al filtrar imágenes donde él aparecía como uno de sus muchos amantes. En el verano de 2005, Mutu pudo volver a jugar con la Juventus, intentando resarcirse de toda aquella pesadilla.

El descenso de la Vecchia Signora a la Segunda División Italiana al año siguiente le sumió de nuevo en la mala suerte. Encontró refugio en la Fiorentina, equipo con el que disfrutó de varias buenas temporadas, ganándose el cariño de los aficionados. Fue su etapa más estable, hasta que en 2010, un nuevo positivo sentenció por completo su carrera. Esta vez, por sibutramina. Seis meses de suspensión y despido le llevaron a una situación muy compleja. Agredió a un camarero en Florencia, y también estuvo ligado a una oscura investigación por sus relaciones cercanas a un capo mafioso. Huyendo de todo, Mutu volvió a jugar en equipos menores de Italia, Francia y su Rumania natal, hasta que en 2016 se retiró oficialmente como jugador.  

Su vida actual

Mutu colgó las botas pero siguió ligado al fútbol, y actualmente trabaja como director técnico del Dinamo de Bucarest, club en el que se consagró en su país. El mítico delantero parece haber dejado atrás definitivamente la “mala vida”, y está felizmente casado y criando a sus hijos con su pareja. Todavía se le recuerda en muchos lugares, especialmente en Italia, donde dio sus mejores años de fútbol, y sigue siendo una leyenda en su Rumanía natal.

Mutu es la prueba de que un futbolista, por más talento que tenga, debe saber mantener la cabeza fría para no caer en las trampas de la vida. Dos positivos diferentes le marcaron por completo, e impidieron que pudiera llegar incluso más lejos en este deporte. Una advertencia para todos los que han venido detrás de él, para no cometer los mismos errores.